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La gata Belén en Las Liebres, viendo a Tito trabajar en la huerta
Mi nombre es Belén. Soy una gata de ojos celestes y tengo un humano a cargo. Se llama Pedro y tiene el pelo blanco –como las nubes cuando pasean por el aire como montículos de algodón–. Es argentino. Siempre me gustaron los soñadores que llegan del otro lado del río, por eso lo adopté. Nunca le dije que es adoptado, cosa de no desequilibrar la paz del hogar ni embarrar los chacras. Vivo en Colonia, dentro de una comarca a pocos minutos del centro, aunque a mi poco me importa. Por lo que a mi respecta no tengo la más mínima intención de ir más allá de los olivos centenarios que coronan la entrada. Ya no estoy para aventuras ni para riñas callejeras, mucho menos para salir ahí afuera a buscar el amor. ¿A mi edad? Ni loca, eso ya fue. ¿Que me he aburguesado? Pues sí, un poquito. Es lo que tiene vivir en un restaurante. Pedro siempre dice que soy una gata sibarita, y tener lo que es tener, tiene razón.
Tito y Rosa son mis amigos de primavera-verano porque en otoño e invierno soy más gata de interior. Sus manos curtidas cuidan la huerta, que según criterios humanos tiene 4000 metros cuadrados. Traducido a mi escala son algo así como 7 hectáreas de vergel. En los veranos combato la canícula sobre la tierra húmeda a la sombra de una tomatera o al costadito de un cardo mariano. Más de un cocinero en busca de acopio me ha arruinado alguna que otra siesta. Claro que ya aprendí que aquí arañar significa perder privilegios culinarios capitales –como la milanesa olímpica que me regala Majo los viernes, o el arroz con leche que me pasa a escondidas Hugo cuando viene–. Es el peaje del sibaritismo. Uñas adentro y en tu bol no faltará nunca un bocado gourmet. Entre tu y yo, a mi me quitas eso y el cuenquito de vino, y me arrancas 3 vidas de una sola vez.

Vista aérea del restaurante y la huerta de Las Liebres
Tito es un hombre llano de mirada limpia. Se pone muy feliz viendo crecer las hortalizas. El las mima. Les habla y les canta creyendo que nadie le ve. Rosa lo sabe y sonríe, dice que les hace bien. Son grandes expertos. Un día me contaron que en la huerta cultivan cerca de 70 variedades de hortalizas y aromáticas. A mi me encanta trepar a un árbol y ver el espectáculo desde lo alto, con esas formas suculentas que recuerdan a algunos cuadros de van Gogh. ¿Qué te pensabas? Los gatos también tenemos nuestras nociones de cultura general. Hace poco el tío Quique trajo gallinas y recién pusieron sus primeros huevos. No duraron ni quince minutos. Se apareció Hugo Soca –el cocinero de la tele–, y con eso de que es el nuevo director gastronómico del restaurante, se los llevó para la cocina. Y yo que tenía esperanzas de que nacieran algunos pollitos a los que molestar. El y Tito se entienden con solo mirarse, como yo con Pedro.
No puedo negar que uso esa conexión humano-gatuna para comer y beber como dios manda. Es arrimar el lomo e ipso facto cae caricia y bocado gourmet, es matemático. Con esta estrategia amor-conveniencia que a los gatos nos funciona tan bien, he probado toda la carta nueva, y que quieres que te diga, en Las Liebres –aquí en Colonia–, se come la mar de bien.
Comarca Las Liebres | Barrio, Restaurant, Huerta & Hotel Director gastronómico Hugo Soca Abierto viernes, sábados y domingos para almuerzos y cenas Continuación Zapicán 645 Colonia de Sacramento Reservas: 094 444 044 | reservas@lasliebres.com.uy Se aceptan gatos como animal de compañía
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